La amistad, como el vino, mejora con los años

El interés de un aficionado al buen vino crece incansablemente. En mi caso, cuando empecé a interesarme por este mundillo creía que había solo tres clases de vinos: blanco, rosado y tinto, con alguna variedad dulce. Desconocía, por descontado, los matices que marcan la diferencia, el hecho de distinguir el olor a uva y el sabor a barrica de crianza.

Muchos eran los mitos que construí en torno al vino, mitos que con el tiempo he descubierto con otra perspectiva, y metí la pata, todo hay que decirlo, en algunos círculos expertos por mis pocos conocimientos.

vino

Algunos libros cayeron en mis manos, el interés iba aumentando conforme me adentraba en sus historias y las de aquellas bodegas nacidas casi de casualidad y que hoy son toda una institución en el sector vitivinícola. También, lo mejor de todo, alguna que otra buena amistad ha llegado gracias a interesarme en establecer contacto con personas afines a mi afición por el mundo del vino.

Lo mejor de todo es que gracias a las redes sociales, por ejemplo, también el chat, el correo electrónico, la mensajería instantánea, lo virtual en pocas palabras, sigo ampliando mi círculo de amistades y me doy cuenta cada día que pasa de que no solo hay muchas más personas aficionadas de las que pude imaginar, sino también de que las amistades, cuando se llegan a cimentar bien, en buenos valores, en la generosidad, honestidad y entrega, son indestructibles, incluso diría que maduran y adquieren una dimensión casi equiparable a la de un buen vino: se vuelven un producto de lujo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *