Para seguir con el artículo anterior, existe por lo tanto, una diferencia entre Catar y Beber.
Beber en esta ocasión es ingerir (en esta ocasión vino) para digamos saciar la sed o disfrutar simplemente de un dichoso placer.
Para catar hay que someterse al análisis de nuestros sentidos para juzarlo y describirlo. Según opiniones beber es un acto instintivo, más o menos hedonista; catar es un acto voluntario, mediato y reflexivo.
Como ya sabeis todas las personas o sujetos que realizan la cata se llaman catodores. Ante todo es muy importante resaltar que la cata es, a la vez, una ciencia y un indudable arte, el catador es indudablemente un profesional especializado, y que los resultados de la cata se expresan utilizando un lenguaje técnico que, en ocasiones, puede parecer complicado a quienes no conocen realmente la temática.
Por su carácter de ciencia, la cata posee una metodología que es necesario aprender y requiere un entrenamiento bastante indispensable.
Como en toda ciencia conviene utilizar un lenguaje riguroso y preciso que permita expresar con justicia las complejas apreciaciones subjetivas de la cata: matices de color y de aroma, de composición y de paladar, todo unido a las sensaciones que despierta en la memoria y en el espíritu.
Cualquiera puede ser naturalmente un buen aficionado capaz de apreciar los vinos, pero para convertirse en catador tiene que aprender sin duda a catar.
Y por supuesto para dirigir una cata debe de ser un técnico especialista capaz de interpretar y valorar los resultados.
Hay análisis físicos, químicos y microbiológicos que nos puede y nos permite conocer su composición, sus características analíticas y su estabilidad, pero no nos permite emitir un juicio completo sobre su calidad, ni sobre las características específicas y diferenciales de cada vino.
Para que me entendais, no nos permite conocer su intimidad.